El temblor puede pensarse, no sólo, como un resultado de sentir miedo. El temblor es movimiento. Es el cuerpo que se te mueve para un lado y para otro. Es un movimiento que no se define. Es una decisión que no se puede tomar. El cuerpo a un lado y a otro del espacio. El temblor no es claro y menos es nítido. Ayer me dormí temblando
"- Bien, usted desea construir una casa ¿No? - Yo ansío una vida sin mermas ni limitaciones. Siempre ardiendo en turbulencias. Pueril y madura a la vez. Siempre ardiendo en turbulencias. Juventud rampante y vejez irónica. Siempre ardiendo en turbulencia. Ya amorosa, con inflexión meliflua. Ya terca, con voz ceñuda, en la ingenua tarea de perpetuarme. (...) Yo quiero insurgir. Y puesto que usted es mi arquitecto, recabo su ayuda para estructurar mi existencia en un marco propicio."
"Yo y el arquitecto" Yo, yo y yo. 1971 Juan Filloy
Imbécil, pobre, imbécil colgarse del miedo ajeno para esconder lo inevitable de la perdida Dañino, revienta la herida que ni el, ni nadie cura No hay sangre mas espesa circulando por las venas de su historia y el imbécil quiere licuarla poner en caja a la princesa desencajada desordenada.
Princesa piensa que ya no lo es cuerpo dañado no entra en caja de ayer
El alambre está ahí, lo sé Veo los postes que lo sostienen Todos los campos tienen alambre El camino no es nítido pero se, también, que al final está la tranquera, como una gran mancha blanca Los girasoles miran al sol Distingo el amarillo de su flor, el verde intenso de su tallo y los sonidos… Los sonidos de las ramas caídas, que voy pisando, hacen la armonía de este campo Campo de invierno, por opaco y por tenue. En el no se refleja nada, ni mi cuerpo. Solo queda la piel que siente lo que los ojos ya no ven.
Levantose con soles entre las piernas encendió los ojos los soles en las manos enanos, amarillo extremo El calor le quemó la boca. El aroma dulce del calor que derrite el azúcar Uno a uno los mordió con los dientes blancos mas blanco ahora Durmió con el estomago incinerado Los ruidos gástricos despertaron a los vecinos que espiaban por el ventiluz Parió soles, otra vez la entrepierna mojada con la luz y los soles entre las piernas Otra vez.
Ayer tuvimos un deseo con Tato, un deseo que nos llevó a recordar los cumpleaños con patis y coca en jarra. La pista era más chica que en ese entonces, pero lo demás estaba igual. Ayer con Tato patinamos sobre hielo, compramos medias y media hora que nos alcanzó para sentir el placer de ser patinadoras de fríos intensos. Suponíamos que íbamos a caer acto seguido a tocar el hielo, pero como en la bicicleta, los pies se nos acomodaron solos y empezamos a dar vueltas como el resto de los mortales que acompañaron nuestro andar casi perfecto. Perfecto para nosotras, que lo hicimos por que simplemente tuvimos las ganas de hacerlo. Un poco del brazo y un poco solas patinamos en esa pista llena de imperfecciones, como nosotras. Después caminamos a casa, como descalzas, donde nos esperaban los mariachis con canciones románticas y chocolates.
El subi baja de los cuerpos. Estar suspendido en el aire, casi nada pesa. De qué lado está el placer? La sensación inmensa explota en tu cara, la fuerza no te alcanza, los puños cerrados. Todo estalla en las alturas y cuando vas bajando, liviano, liviana, los ojos intentan decir lo que tu boca no puede expresar lo que la piel ya dijo minutos antes.
Y ya sabia que tenia y debía partir solo esta vez, pero verlo en aquella situación, con todo su malestar a cuestas les costaba mucho. No decía demasiado lo que necesitaba pero necesitaba y ella creía que todo lo que pudiera darle no iba a alcanzar. Se hizo la hora, como cuando tiene que detenerse el tiempo en el abrazo pero siguen pasando los minutos y él partió con su maleta pesada de meses. Se suspendió en el aire para amortiguar los golpes que lo esperaban, compró chupetines para endulzar el amargo de su garganta. Ella camina hasta el colectivo, ella siendo ella, le dice buenas noches al colectivero, que queda pasmado ante el saludo. La puta que se baja en flores, el médico que sale de la guardia, el papá con su hijo que hablan del locro del 25. Todo se hace espeso, el viaje tarda mas de lo habitual y siente que le faltó decirle algo. No sabe bien que cosa, no lo sabe.
La soledad que se amiga con la compañía, el deseo que intenta consolidarse en las muecas y no es fácil darse cuenta que uno no está solo, ya.
Pensaba, mientras tomaba el mate cocido, que de repente se había encontrado. Sí, él mismo, se había encontrado.
Cuando en el bar, ese que siempre iban, se detuvo a mirarla, pensó que podía ser como quiso ser en esta nueva situación. El venia de irreconcilliables formas de ser y hoy creía que se podía ser uno. Sí, uno más. No tenia nada de malo mirarla, mirarla mucho hasta que se inquiete y le vuelva a preguntar - qué?- El, con su mueca sostenida de sonrisa, que tiene que salir en algún momento, no le diría nada. Ella sentiría la alegría de ser.
Siendo eso, que habían sido en fantasía, pasan las noches. Algo que no siempre les había ocurrido hoy les sucedía.
lunes, 18 de mayo de 2009
Nunca se bien que hacer cuando no tengo ganas de hacer lo que tengo que hacer...
Se pasó día y medio desenredando los ovillos de lana. El gato Alfonso se había encargado de hacerle lío en toda su canasta de ovillos. A ella la caracterizaba la entereza para enfrentar este tipo de situaciones catastróficas. Calentó su té de frutillas y no paró de desenredar hasta que le quedó el ovillo de lana roja. El rojo era su color predilecto. Además ese ovillo tenía un fin especial. No tiene nada de especial ser bufanda, pero no era lo que iba a ser sino para quien sería. El invierno iba a ser largo y siempre una bufanda que nos abrigue la garganta y además ahuyente la envidia no le iba a venir mal. Era un regalo. Un regalo para ella. Hace unos años que se puso a tejer y destejer millones de bufandas. Algunas las había regalado, otras, simplemente, las había tirado. La bufanda roja era para su cuello, era el regalo que se tenia preparado. Hoy era ovillo, mañana sería bufanda. El rojo es un buen color, pensó.
Son tres años, no es nada si pensamos solamente en el tiempo. Ella me enseñó mas de lo que yo a ella. Me puso un espejo frente a la cara y me dijo, acá estas… que tenés para darme? Y me arremangué, me puse los zapatos de fiesta y baile largas tardes con ella. Cuando tiradas ahora, en el piso nuestro la miro ganar pienso que ella no se da idea de lo que significa. A ella le gusta ganar como a mí y yo la dejo, ella me gana a todo.
Cuantas noches se nos amanecieron abrazadas
Cuanta veces lloramos juntas por que ninguna sabia que hacer con la otra
Cuantas miradas contentas y cuantas enojadas nos regalamos.
Pienso que cada cumpleaños voy a pensar lo mismo, es decir, voy a pensar que hoy soy la que soy con ella. Sin ella no me imagino.
I Con fin y sin fin, el mar. Confirma la inmensidad, la mirada. Confirma el deseo, la piel. Confirma el placer, la risa.
... sin firma, para qué necesitamos más?
II
Acecha la voltereta eterna que te seduce queriéndote poner en donde estabas, no sea tonta, mirá para adelante, no te distraigas. Pensá, sí, pensá. La sortija no es para vos, ya lo sabés. Lo entendiste. No insistas con volver, ya supiste bajarte. Lo supiste bien. No hagas trampa esta vez, no lo hagas, por favor.
Armando no entendía bien por que hoy estaba armando, otra vez, la valija. Cerró con candado la puerta de la casa, intentando que dentro de ella quedaran todas las imagenes de lo que había sido.
Hoy era distinto, sin saber bien por qué y no por ser más sencillo sino por diferente. Había recuperado la capacidad de hablar y había recuperado la capacidad de poder partir hacia donde quisiera. Esa era una opción hoy. Antes no.
Y caminó por las calles que ya había caminado y se sentó en sillas que ya antes lo habían alojado.
Armando estaba contento, volviendo a mirar lo que antes se había nublado. Esta contento sintiendo... sí, sintiendo, la alegría de tener una historia y empezar a armar una nueva.
Como para no seguir teniendo la sensación de desastre cuando abrís la boca. Viste, sos cabezona, caprichosa, nunca me escuchás. Te dije que no hablaras y fuiste y le vomitaste todo en la cara. No aprendes. Aguantate ahora la soledad, aguantate ahora esta sensación en la garganta...
Sin embargo, no ocurren siempre las mismas cosas. Te pensás incansablemente en una sucesión de actos donde encontrás, distintos y especiales, modos de satisfacción. Pero no ocurren siempre las mismas cosas... Y la variante te cierra el estomago, te acuesta y levanta a la vez en un rápido golpe seco. La realidad es la variante, en la sucesión de actos imaginarios. La imaginación, la fantasía se tornan tan reales, tan palpables. Cuántas veces cruzás la calle hablando, conversando con lo imaginado y te sorprende la bocina de un auto. ¡Eso no puede ser real! Y qué es lo real, cuando lo imaginado se vuelve tan palpable? Cuando lo imaginado se vuelve un espacio de tanto placer es difícil escuchar la bocina. Uno lo maneja todo desde lo imaginado, los sucesos, los diálogos, los encuentros, los personajes. Es fantástico. A la vez es un espacio de soledad irreversible. Cuando la realidad se vuelve imaginación la soledad se acentúa. Se hace difícil conversar con lo real. Lo real no depende de mi sigue siendo a pesar de mi. Sigue rodando. Allí están los sucesos, los problemas, las alegrías, los hombres, las mujeres... Y donde estoy yo?
Se siente tan rara, tan rara. Ayer cenó con ella, otra vez. Cuantas veces se lo había intentado decir? Ya no lo recordaba. Empezó a sentir como se le cruzaban las palabras y los pensamientos. No lo digas, es mejor. Decir siempre termina en desastre. Desastre el de su lengua, anudada, adormecida. Cuando algo salía de su boca, empezaba a desconfiar. Confianza la que nunca tenía por portar una lengua traviesa que nunca terminaba con palabras. Palabras, las que nunca decía por temer que su ropa se desprendiera de su cuerpo. Su cuerpo, frágil instrumento, que expresaba los deseos. Deseos, tres deseos y un ojalá para no perder la costumbre. Costumbre, la de sentirse rara, tan rara cuando su lengua se desataba. Ahí desnuda, pensaba..
Cartas sobre la mesa arman juego juegan solas El sol en la piel Una lejanía que se acerca cada vez La risa del otro lado insiste es así de sencillo. Y tenés miedo concentrate los recuerdos son absurdos hoy.
¿Cómo hago para dormirme después de vos con tu olor en los labios con tus ojos en los mios?
Al fin pudo despedirse de la pesada culpa de no haber podido. Se ha lavado la cara y con toalla de mil días se seca las gotas que aun quedan. La casa es todo luz, ahora. Hemos puesto lamparitas en todos los pasillos de su cuerpo. Exactamente en todos. Luz a luz la piel brilla distinta, contenta, orgullosa de ser piel, solo piel. En la cocina la sangre bombea en ollas de acero inoxidable, que muestran a los ojos de cualquiera que esta cena será la más rica. Y ella entra por la ventana, con el viento, enredada en la cortina de lienzo. Viene de pasillos imposibles, de cocinas sin sangre, de pieles sin luz.
No puedo más, te juro me pesa el cuerpo. Las piernas se me quedan en cada escalera Los ojos resfregados para borrar cada imagen. Nunca entendí a donde ibas ni por que habías venido No puedo más, Intento a todas las horas, traerte acá, a donde venias. y no puedo más negarme caer hacer la cuenta de lo poco que queda.
Llega el día y no se aguanta no saber de él. Considera que no puede ser ninguna molestia preguntar, con cariño, cómo está el otro. Pero su consideración no alcanza para liberarla. Se siente presa de la advertencia, cercada por los limites que él bien ha trazado. Limites que cuando ella intenta acariciar le queman las manos.
Y entonces pasa el día, como pasan los días en general. A cada hora que se le ocurrió saber de él, sacó una foto. Cada imagen representaba una ocurrencia. El rollo entero representaba la imposibilidad, la suma de las advertencias, el complejo costo de imaginar.
A la hora en que se duerme, se desvistió despacio hasta quedar desnuda. Se metió en la cama y repasó dos o tres cosas. Se levantó, buscó la cámara de fotos, retiró el rollo. Así, desnuda como estaba lo miró, lo besó, lo abrazó. El tacho de basura gritó desde la cocina, - Dámelo!- y abrió su tapa - boca.
Si Anita pudiera olvidar el último orgasmo, la última risa, sin duda podría olvidar el resto. Pero Anita no puede. Entonces sale a la calle en busca de imágenes nuevas, se mete en los negocios a comprar pantalones que contengan sus ganas. Entonces, la nada. Entonces nada.
Yo estoy seguro que ella sabe lo que quiere, pero la pobrecita no puede traducir sus pensamientos. La ves ahí, volando con los ojos bien abiertos y sabes que hace rato quiere decirte algo, pero no lo dice. Entonces nos despedimos y cuando la ausencia del otro nos incomoda nos volvemos a encontrar. Anita llega con los ojos mojados, yo se que esta vez pensó mil veces antes de acudir a mi. Pero cayó como caigo yo en ella.
Anita silenciosa me mira desde la banqueta me estira los brazos y no puedo negarme a abrazarla. Yo tampoco puedo. No se como se le dice. No se como se hace. Pero nunca le digo que no quiero. Siempre que se va, me deja la imagen de sus ojos charlatanes y me imagino cada una de las cosas que me dirían sus labios. Hay veces que pienso que ella me miente, con las manos, con la boca. Pienso que toda ella es una mentira, pero cuando la tengo frente a mi me cuesta no creerle cada una de las miradas que me regala. Anita debería irse, olvidarse de cada cosa que le di.
Entonces seré yo al que cueste olvidar el último orgasmo, la ultima risa, sus manos estiradas.
Costos pagos de todo lo que me cuesta.
Por supuesto que sin que te llame te le presentás como antes. Con escusas preciosas prendes la luz de su pieza y entrás. Te metes en la cama, la besas y le preguntas varias veces por qué. Nunca lo supieron, vos decidiste partir y Neni quedarse. Y la vuelta se esta haciendo mas difícil que la despedida. Te acordás? No llores, Neni, pensá que voy y vuelvo, le decías. Nenita sabia que no volvías, Nenita lo sabia. Pero tu actitud de vendedor de lamparas y espejos le querían hacer creer que era solo un viaje de negocios. Nenita al mes pensó, qué negocio grande. Despues pasaron los meses y fue mas fácil cada día. Y hoy? volvés a golpearle la puerta, como si nada, esperando que Neni, te sirva el matecito frío, ese que tanto te gustaba. Y Neni, se fue, Hombrecito de dios. Por qué, Neni, Por qué?- le preguntás Nenita en silencio soltó su pelo lacio y no emitió palabra. Se dirigió a la puerta y le indicó la salida.
Hoy no tengo ganas de estar acá. Quisiera salir a caminar, encontrarme con mi amiga Tato, ir al teatro. Tomar esos dos vasos de cerveza que nos emborrachan y sacarme la ilusión de que algún día sigas los parámetros normales de comportamiento. Será que ya lo sé o será que no se nada.
que es grande y es chiquito chiquito como el mosquito que picó mi pierna después la tuya y se fue Dicen que los mosquitos se mueren al rato de haber picado yo no les creo Sucesiones de ilusiones y las nubes están tan grises hoy. Me bajo del avión de la ilusión ajusto los cordones para no perder el calzado*mia foto. nube gris y corro.
Ignacio intentó explicar lo que Sara nunca entendería. Pero intentó, aunque ya supiera que no iba a conseguir nada. Sara se aguantó solo los primeros cuarenta y cinco segundos sin hablar. E interrumpió.
- Ignacio, dejame que te pregunte…
Pero Ignacio retomó como pudo el hilo conductor de su monólogo y escupió
-El tema no es que te quiera mucho, poco o nada. El tema es que no se cómo. No encuentro un espacio para compartir contigo. No es mala voluntad, es que no me sale…no se me ocurre… no se… tampoco lo tengo tan claro.
Silencio.
Cuarenta y cinco segundos
- Ya lo sabia, le dice Sara, la peor Sara, la soberbia.
- Y entonces por que tantas explicaciones me pedís!!??
- Por que quería que me dijeras vos que no te ibas a animar…
- ah claro… ahora esto es un tema de miedo, no?
- me parece que no hay, acá, otra cosa mas que miedo… no se… que ves vos?
Ignacio intento escapar de esa respuesta, pero los ojos de Sara hacían con él lo que querían.
Sara tenía un pelo renegrido y unos ojos verdes especiales, pero lo especial no era el color sino el gran tamaño de sus ojos. El siempre le dijo que así se veía más, que ella con esos ojos tenía una ventaja. A ella le costó siempre, tanto, creerle.
- Miedo se le tiene al cuco, Sara, yo hablo de otra cosa-Ignacio, ya estaba ofuscado
- De que hablas, no te entiendo…
- Sabia que me ibas a decir eso, lo sabia-
- Que es lo que sabias? Que no te iba a dejar ir hasta que me digas que carajo te pasa? – Sara estaba enojada, no lo estaba logrando, el se estaba despidiendo de la peor manera… sin decir nada. Ella estaba segura de lo que a él le pasaba, a él no le pasaba nada, absolutamente nada.
Esa era su fantasía, la más fácil de todas las fantasías posibles. Ignacio sentía demasiado pero nunca encontraba las palabras para poder expresarlo. No se animaba, como le había dicho Sara. No se animaba a decirle que la otra noche cuando se encontró solo en su casa pensó invitarla, pero no se animó. Que la otra tarde, al salir de la oficina, pensó en llamarla solo para ver como estaba, sin ninguna propuesta bajo el brazo, solo para escucharle la voz. Tampoco se animó. Y que el otro día mientras cocinaba se imaginaba que ella le alcanzaba los elementos y conversaban y compartían el vino y los besos. Pero como le iba a decir una cosa así, por dios. El sentía que si hablaba se caía el mundo, que si hablaba quedaba desnudo frente a ella y eso lo incomodaba, lo mal predisponía a cualquier otra cosa.
- Sabes qué, Sara?
- Qué?
- quisiera que te vayas ahora mismo
- bueno, me voy
Sara cerró la puerta y putió, lo maldijo. No le había dicho nada. Tampoco ella se había animado a decirle que la otra noche cuando se encontró sola en su casa pensó invitarlo. Que la otra tarde, al salir de la oficina, pensó en llamarlo solo para ver como estaba, sin ninguna propuesta bajo el brazo, solo para escucharle la voz. Y que el otro día mientras cocinaba se imaginaba que el le alcanzaba los elementos y conversaban y compartían el vino y los besos.