viernes, 20 de marzo de 2009

Rollo

Llega el día y no se aguanta no saber de él. Considera que no puede ser ninguna molestia preguntar, con cariño, cómo está el otro. Pero su consideración no alcanza para liberarla. Se siente presa de la advertencia, cercada por los limites que él bien ha trazado. Limites que cuando ella intenta acariciar le queman las manos.
Y entonces pasa el día, como pasan los días en general. A cada hora que se le ocurrió saber de él, sacó una foto. Cada imagen representaba una ocurrencia. El rollo entero representaba la imposibilidad, la suma de las advertencias, el complejo costo de imaginar.
A la hora en que se duerme, se desvistió despacio hasta quedar desnuda. Se metió en la cama y repasó dos o tres cosas. Se levantó, buscó la cámara de fotos, retiró el rollo. Así, desnuda como estaba lo miró, lo besó, lo abrazó. El tacho de basura gritó desde la cocina, - Dámelo!- y abrió su tapa - boca.
Tiro al cesto
Doble!
Sin rollo, volvió a la cama.

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