miércoles, 18 de febrero de 2009

El tema es que...

Ignacio intentó explicar lo que Sara nunca entendería. Pero intentó, aunque ya supiera que no iba a conseguir nada. Sara se aguantó solo los primeros cuarenta y cinco segundos sin hablar. E interrumpió.

- Ignacio, dejame que te pregunte…

Pero Ignacio retomó como pudo el hilo conductor de su monólogo y escupió

-El tema no es que te quiera mucho, poco o nada. El tema es que no se cómo. No encuentro un espacio para compartir contigo. No es mala voluntad, es que no me sale…no se me ocurre… no se… tampoco lo tengo tan claro.

Silencio.

Cuarenta y cinco segundos

- Ya lo sabia, le dice Sara, la peor Sara, la soberbia.

- Y entonces por que tantas explicaciones me pedís!!??

- Por que quería que me dijeras vos que no te ibas a animar…

- ah claro… ahora esto es un tema de miedo, no?

- me parece que no hay, acá, otra cosa mas que miedo… no se… que ves vos?

Ignacio intento escapar de esa respuesta, pero los ojos de Sara hacían con él lo que querían.

Sara tenía un pelo renegrido y unos ojos verdes especiales, pero lo especial no era el color sino el gran tamaño de sus ojos. El siempre le dijo que así se veía más, que ella con esos ojos tenía una ventaja. A ella le costó siempre, tanto, creerle.

- Miedo se le tiene al cuco, Sara, yo hablo de otra cosa- Ignacio, ya estaba ofuscado

- De que hablas, no te entiendo…

- Sabia que me ibas a decir eso, lo sabia-

- Que es lo que sabias? Que no te iba a dejar ir hasta que me digas que carajo te pasa? – Sara estaba enojada, no lo estaba logrando, el se estaba despidiendo de la peor manera… sin decir nada. Ella estaba segura de lo que a él le pasaba, a él no le pasaba nada, absolutamente nada.

Esa era su fantasía, la más fácil de todas las fantasías posibles. Ignacio sentía demasiado pero nunca encontraba las palabras para poder expresarlo. No se animaba, como le había dicho Sara. No se animaba a decirle que la otra noche cuando se encontró solo en su casa pensó invitarla, pero no se animó. Que la otra tarde, al salir de la oficina, pensó en llamarla solo para ver como estaba, sin ninguna propuesta bajo el brazo, solo para escucharle la voz. Tampoco se animó. Y que el otro día mientras cocinaba se imaginaba que ella le alcanzaba los elementos y conversaban y compartían el vino y los besos. Pero como le iba a decir una cosa así, por dios. El sentía que si hablaba se caía el mundo, que si hablaba quedaba desnudo frente a ella y eso lo incomodaba, lo mal predisponía a cualquier otra cosa.

- Sabes qué, Sara?

- Qué?

- quisiera que te vayas ahora mismo

- bueno, me voy

Sara cerró la puerta y putió, lo maldijo. No le había dicho nada. Tampoco ella se había animado a decirle que la otra noche cuando se encontró sola en su casa pensó invitarlo. Que la otra tarde, al salir de la oficina, pensó en llamarlo solo para ver como estaba, sin ninguna propuesta bajo el brazo, solo para escucharle la voz. Y que el otro día mientras cocinaba se imaginaba que el le alcanzaba los elementos y conversaban y compartían el vino y los besos.

El pollo quedó en el frezeer

El vino sin destapar

Hay veces que se dice lo que se siente, otras no.

4 comentarios:

me dicen m. dijo...

te parece que yo me ponga a hablar sobre decirle o no las cosas al otro? mal ejemplo yo.

en eso estamos, bah.

beso alin!

Alin dijo...

jaja M, parece que es un grupo cada vez mas grande. Ignacio y Sara contentos de que los acompañes, pero ojo, en algun momento hay que salir/decir no?

Beso,M!

Capitan de su calle dijo...

Que fuerte.

Para los que nos hemos atragantado alguna vez, casi un golpe bajo.
Lo salva la sinceridad.

Y la belleza.

Alin dijo...

uy, capitan, no quise golpearlo.

Solo un relato de las relaciones posmodernas.