Tiene un pena.
Ni larga ni corta.
Lo que sabe es que es persistente.
Entre cercos y lejanías,
se envuelve en un llanto
que le lleva la tarde.
Y entrada la noche cierra la ventana,
la misma que durante el día espera abierta,
luce su bata ante las paredes
y sumergida en el colchón atrapa el primer sueño.
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