martes, 26 de agosto de 2008

El recuerdo.


*Ramona levantando pesas. Antonio Berni

Pañuelos blancos, machuscados, mojados, se desparramaban por todo el piso. Ella, desde la cama, los lanzaba con la seguridad que alguien los levantaría. Segura de si misma, sabía que solo ella pondría orden en su piso de madera. No lloraba, solo sentía esa desazón interna que se siente cuando se espera algo y nunca llega. Esa espera, diosa de la paciencia, la desesperaba. Desde la cama planeaba las estrategias, siempre equivocadas, para que llegue. No era demasiado lo que pedía era solo esa mano, ese calor,
esas pocas palabras.

Traía mil veces el recuerdo que se estaba desvaneciendo.

El recuerdo nuevo, las primeras horas recuerda la sensación, la calidez del momento, de la piel, de los cuerpos y a medida que pasa el tiempo se va transformando en foto, estática, rígida, es como un recuerdo sin recuerdo. Ella hoy pasaba por eso, por más fuerza que hiciera, ya no podía sentir. Apretaba los ojos acudiendo a la memoria de su piel para sentir, recordar, la áspera sensación de su caricia y no llegaba.

Enojada, limpiaba los mocos de su nariz y arrojaba un pañuelo más al río de su piso.

Imposible detener el paso del tiempo

4 comentarios:

  1. Ojalá pronto no tenga que arrojar un sólo pañuelo más. Será una forma de detener el paso de un tiempo para darle lugar a otro; ese tiempo en el que al enojo no se le permita alimentar las aguas del río de su piso. Seguro que podrá navegar sobre él.

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  2. vaya preparando la maya... nadaremos juntas

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  3. Disfrutaré de la compañía. Gracias por la invitación. Estoy lista.

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