martes, 30 de diciembre de 2008

él deseó.

Le ardía la lengua, la garganta, las ganas.

Le quemaba la entraña, las manos, las ganas.

Vomitaba hacía tres días, pedazos de telas estampadas con flores, que nunca había comido. Retazos de ropa que ella ya se había llevado.

Se arrima a la calle, intenta prender el cigarro, la cruza.

La miró de arriba abajo, no le entraba en el lente toda su figura. A medida que se fue alejando pudo disfrutarla de cuerpo entero, disfrutarla yéndose.

Entró rápido, otra vez el ardor, las náuseas. Pedazos de espejo, eran ahora. Juntó cada pedazo, los unió.

Ahí estaba ella, su reflejo, armada, desnuda, llamándolo, como el quería.

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