
Apareció, sin brazo, con una risa inexplicable. Tenía por qué reír?
Le dijeron que era una viva, casi sonaba a burla el comentario de esa vieja chota.
Con el brazo que le quedaba agarraba el pancho y eso era lo único que le importaba.
Ya no tenía cómo recoger las tarjetitas que, hacía minutos,había dejado en mi falda. Y yo, como una imbécil, estiré mi mano para que las agarre.
Me miró seria, como no se es a esa edad y me balanceó su cadera mostrándome el bolsillo de su pantalón.
Ahí puse la tarjetita y mi vergüenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario