Alistó su pelo ondulado, creyó tener todo en la cartera. Se animó a subir a ese tren, repleto de gente. Furgón. El furgón es un espacio especial, pensaba, un espacio de hombres. A su alrededor solo había hombres, sentados, parados, fumando, leyendo. Las miradas se clavaban en su cuerpo y ese aire, espeso, de humo hacia que ser mujer y viajar en el furgón sea una combinación, al menos, valiente. Se incomodó, se fastidió. Un par de tetas no podían ser cosa nueva para esos ojos. Faltaba poco para llegar a destino. Puso su cartera en el pecho, como escudo, cubriéndose, y se sentó en el piso sucio. Los ojos fueron mirando menos hasta no mirar más. Era solo un par de tetas, nada más.
Destino, todos abajo.
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