sábado, 11 de junio de 2011

El curso de Electricidad

Fui a Las Tolderías, una localidad cerca de Charata, en la provincia de Chaco. Me encontré con hombres y mujeres que nos estaban esperando, ansiosos de saber que éramos reales.

En el verano del 2011 estos mismos habían hecho un curso de Instalaciones eléctricas domiciliarias y hoy obtenían su certificado y su credencial como Trabajadores de la Construcción.

Ese es mi trabajo, pensar desde el Estado, proyectos de formación profesional para mejorar la inclusión laboral. Pero desde que tomé el avión para volverme, me di cuenta de la trascendencia que tiene un simple curso de electricidad.

Las Tolderías está habitada por hermanos Mocovíes, viejos olvidados de nuestra patria sin acceso a los derechos mas básicos, como la luz eléctrica y el agua potable.

En una sencillísima ceremonia el instructor nos contaba, con lágrimas que le llenaban los ojos a cada instante, que tenia miedo de no poder cumplir con nosotros (¿Desde cuando nosotros cumplíamos con ellos?), que pensaba que no iban a poder terminar el curso, que el trabajo golondrina y las necesidades iban en contra de la "asistencia perfecta" del curso. “Es muy triste verlos irse en camiones a Santiago” les decía a sus alumnos. Hermanos, los llamaba. Nos agradecía haber hecho tantos kilómetros para estar con ellos. Ellos nos agradecían a nosotros. Yo les agradecí a ellos, no podía hacer otra cosa más que agradecerles.

Entregamos cada uno de los certificados con aplausos intensos y sonrisas emocionadas, algunos eran muy jóvenes, algunos no tanto, algunas mujeres habían venido en representación de sus compañeros, que estaban de changas. Nos aplaudimos entre todos. El sol Chaqueño había disipado la niebla y nos iluminó las fotos que queríamos guardar en nuestra memoria. Nos sacamos una todos juntos, el Cacique estaba a mi lado y cuando la foto iba a disparar dijo con su voz tranquila, “¡¡qué viva Perón!!” con sus dedos armando la V de la Victoria. Otro, más joven, se animó con un “¡¡y Cristina!!”

Uno de los hombres, nos invitó a su casa, quería mostrarnos como había hecho la instalación eléctrica. A unos pasos de ella, estaba el poste de luz y él había hecho la conexión y nos invitaba a pasar mientras sus dos hijos varones arreglaban la cama rápidamente. Orgulloso nos contaba, cada paso de su trabajo. Su saber nuevo aprovechado en provecho de su familia. Hoy tenían luz eléctrica. Después, el Cacique nos invitó a su casa, no podíamos irnos, hacia treinta años que nos esperaban… Nos contaba que desde el año 83 estaba esperando que le “bajen” la luz y que hoy la tenía por que uno de los jóvenes que hizo el curso se la había conectado. Se había comprado una tele y podía escuchar la radio. No me quería ir nunca de ahí, quería quedarme a escucharlo, quería quedarme con el, que me dijera todo lo que quisiera. Me dijo que estaba muy contento de haberme conocido, que era muy hermoso para el que tengamos tiempo para estar con ellos. Yo no entendía nada. Que poco entendemos pensé y por cuantas pelotudeces discutimos a veces, si pudiéramos detenernos cada día un rato en estas grandes cosas, si pudiéramos vernos mas.

Cada uno de estos hechos me construye. Sí, como el albañil a sus paredes.

miércoles, 1 de junio de 2011

Nuevos aires

El aire nuevo se mete por entre la ropa
y es mucho
y es tan intenso, me desespera su ser tan inquieto
Tan quieta, tanto años y ahora...
Recuerdo abrir bien la ventanilla de Renault 18
sacar la cabeza
abrir la boca
y ahogarme
con aire

Tengo un poco de miedo.